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Sentido

Quienes leen mi blog, ya habrán notado la relevancia que le otorgo y le sigo otorgando al sentido en mi vida, en toda su profundidad y magnitud. Y quienes se inician en la lectura irán descubriendo ese valor trascendente en mi. El sentido de la vida en cada experiencia que atravesamos, cuál es el sentido de que a mi, a vos, nos suceda tal o cual experiencia; a veces me pregunto que seríamos los seres humanos sin hallar el sentido como motor que nos mueve, nos guía a seguir el camino. 

Leyendo "El espíritu de la esperanza" de Byung-Chul Han, me sentí identificada en sus palabras: ". . . .sin un horizonte de sentido, la vida se reduce a la supervivencia. . ." [1], comparto este pensamiento en toda su amplitud de significado. Al encontrar sentido a nuestras experiencias vamos tejiendo de significados nuestra vida, estamos viviendo para algo que tiene un sentido para nosotros. Que es aquello que me inspira a dar el siguiente paso, a continuar mi proceso, a caminar, a veces sin saber hacia dónde voy, como me ha sucedido en muchos momentos de mi vida. Y nuevamente encontré palabras que me permitieron encontrar un significado perdido, ". . . .Vida y esperanza son lo mismo. Vivir significa tener esperanza. . . . . .la esperanza tiende una pasarela sobre un abismo al que la razón no se atreve a asomarse. . . . ."[2]. Saboreamos la poesía en estas palabras.

Leyendo a este filósofo, es que recordé momentos en mi vida de conexión con la esperanza, sin saber que esa fuerza vital para la acción, tenía que ver con ese sentimiento denominado esperanza. En el momento en que arriesgué y actué, sucedió lo inesperado, lo venidero de acuerdo a Han. "La esperanza absoluta nace ante la negatividad de la desesperación absoluta. Germina cerca del abismo." [3]

Me encontraba en el mar, alejada de la costa, nadando con mi pareja, sin conciencia de las corrientes marinas ni de la distancia recorrida. Al decidir regresar hacia la orilla, quedamos sorprendidos de la lejanía de la costa. ¿Cómo llegamos hasta aquí? indagué en mi interior. Comenzamos a nadar confiados en nuestras fuerzas. De inmediato tomamos conciencia de que no avanzábamos y que la corriente nos llevaba hacia un lado, nos habíamos alejado tanto de la costa porque una corriente nos había estado empujando. Esta playa era desierta y extensa, de esas playas soñadas alejadas del ruido, sólo accesible por caminos de tierra atravesando campo y médanos para llegar, sin bañeros, es decir solitaria, alejada. Sólo la pareja que había venido con nosotros se encontraba allá lejos, en la orilla, sin darse cuenta de nuestra situación. 

Comencé a sentir cansancio y luego agotamiento, mi pareja seguía con fuerzas, porque estaba acostumbrado a nadar, comenzó a sostenerme pues yo estaba al límite de mis fuerzas y apenas podía sostenerme a flote, pero cada vez que me sostenía se hundía. La desesperación me invadió, en ese momento experimenté una claridad inesperada y una fuerza inexplicable para decir "andate porque nos ahogamos los dos", lo empujé con todas mis fuerzas y me hundí, entregada a lo que viniera.  

En ese instante de sabiduría espiritual sucedió el milagro, al hundirme, mis pies tocaron la arena. Me paré. Mi cuerpo emergió del agua. La arena me sostenía. Recuerdo nítidamente el asombro en el rostro de mi compañero, mis palabras: "estoy parada en la arena", y su mirada incrédula. "Exaltada le decía: ¡estoy parada!", "necesito descansar un rato" y él me respondía: "Descansá, y después, entre los dos, vamos a salir". Al recordar me emociono hasta las lágrimas. Ya en la orilla, tendidos durante horas en la arena cálida, él insistía: "no podías estar parada" y yo: "sí. . ., quizás fue un banco de arena en las profundidades" y él incrédulo: "pero yo estaba a tu lado y estaba  flotando; no podía pararme en ningún lugar". Sé que mis pies se posaron en arena firme. También sé que, al hundirme, vi pasar ante mis ojos, como en una película, mi vida hasta ese momento. Quien me sostuvo, ¿Mi fe, mi confianza en la vida, mi esperanza, el milagro de la vida? No sé quien me sostuvo. . . hoy, después de leer a Han, siento que fue mi fe, mi esperanza en la vida y que, quien me acompañaba, se quedó a mi lado hasta que me repuse y me ayudó a salir. El tiempo pasó y nunca pudimos ponernos de acuerdo en qué fue lo que pasó. Él siguió afirmando que era imposible que yo estuviera parada. Mientras que para mí, que sentí bajo mis pies a la arena sostenerme, fue un milagro, la esperanza que .. . . ."Como fe, permite actuar en medio de la desesperación más absoluta".[4]


[1] Han, B-Ch. (2024). El espíritu de la Esperanza. Herder Editorial. p.39.

[2]  Ibid., p.44-45

[3] Ibid., p.68

[4] Ibid., p.88

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